María Isabel Delgado Gallardo
María Isabel
Delgado Gallardo, nacida el 14 de diciembre del año 1954 en la ciudad de
Osorno. Fue la hija mayor de tres hermanos.
Su vida fue marcada por hechos difíciles para una niña y adolescente, teniendo que vivir con diferentes familias a quienes siempre recordó con mucho cariño y agradecimiento, incluido un internado en la misma ciudad donde tuvo que pasar un tiempo.
Es a los 19 años aproximadamente, cuando migra a Santiago en búsqueda de oportunidades laborales. Cuando llega a esta ciudad trabaja de garzona y en limpieza de un departamento, luego de un tiempo ingresa a trabajar de vendedora a una panadería, donde conoce a mi padre. Con él tiene tres hijas y dos hijos. Continua por un tiempo con ese trabajo remunerado hasta que debe dejarlo para cuidarnos y consolidar su hogar. Como ella aprendió de su madre a coser, se dedicó también a la confección de ropa que salía a vender a diferentes ferias de la ciudad y fuera de ella, convirtiéndose en una mujer emprendedora y proveedora, mientras mi papá trabajaba de martes a sábado en Viña del Mar e iba a vernos los domingos y lunes. Es por esta razón que tuvo que ser madre y padre hasta que tuve diez años, cuando ella toma la decisión dejar a sus amigas y el departamento que obtuvo por el SERVIU, el que cuidaba y mantenía siempre limpio, ordenado y bonito para irnos a vivir a Viña de Mar con mi papá, con la finalidad de que tuviésemos una imagen paterna presente. Esos años viviendo en Santiago los recuerdo con mucho amor. Siempre dormíamos con ella, nos leía cuentos, nos compraba leche cultivada y dulces de la época. Confeccionada la ropa de todos mis compañeros/as para los bailes escolares en los que yo participaba. Nos llevaba al colegió siempre, ¡hasta con lluvia! y eso me encantaba porque era toda una aventura ir con mis botas de agua rojas y llegar a la Escuela con todas las calles inundadas. En esa época ella me enseñó a defenderme, me decía: "nadie te puede pegar", "si alguien te hace algo a ti o a tus compañeros/as me dices", de alguna manera, me enseñó a ser justa y que no está bien dañar a los demás. También me inculcó el amor por los animales, si veía un pajarito agónico, yo lo tomaba, lo llevábamos y lo cuidamos, lo mismo con los perros/as.
En Viña del Mar trabajó por más de quince años de secretaria de una Panadería junto a mi padre. Era feliz con su trabajo remunerado y la familia que construyó. Nunca dejó de tejer y coser para nosotras y sus nietas/os.
Era una mujer de pocas amigas, dedicaba toda su energía a su trabajo remunerado, no remunerado y familia, incluyendo a su hermana menor, a quien amaba, cuidaba y ayudaba de diferentes formas. También la vi apoyando a tíos/as paternos en diferentes etapas de su vida.
Siempre fue una mujer fuerte, trabajadora, justa, leal, responsable, humilde, inteligente. Sin terminar la enseñanza media fue una gran secretaria, administradora, emprendedora, con habilidades motoras y creativas (además de confección ropa, también tejía y arreglaba las cosas de la casa, le decíamos "maestra chasquilla"). Agradecida de todas las personas que en su infancia la ayudaron, solidaria, una persona que no sentía rencor, con objetivos claros, respetuosa con los demás, nunca la vi o escuché discriminando a alguien; resiliente también, porque a pesar de todo lo que vivió siempre siguió adelante y nunca vio lo vivido como obstáculos. Una mujer que con las herramientas que tuvo y en la época que vivió, desempeñó sus roles lo mejor que pudo.
Fue, sin duda, un ejemplo en diferentes ámbitos de su vida.
Nos inculcó el respeto por todas las personas, que el valor de alguien no depende de sus calificaciones ni de su profesión. Nos enseñó que las comparaciones y fomentar la competencia entre unas y otras no es saludable.
Me enorgullece haber tenido una mamá como ella y agradezco las enseñanzas que me dio con sus ejemplos, mostrándose, en todo momento, consecuente.
Por eso este homenaje es para ella, una mujer que hizo de su historia un motor de fuerza para establecer las bases de una historia de esfuerzo, constancia y dedicación. Porque a mí y mis hermanos nos enseñó la importancia del amor hacia sí mismas/os y los demás, el respeto y la colaboración. Por su entrega como madre, compañera de vida, trabajadora, hermana y cuñada que dejó en todos quienes estuvimos con ella, el recuerdo y la luz de luchar y levantarse siempre. Me enseñó a crecer.